Rafael Nadal ha disipado las dudas físicas sobre su participación en la prueba individual de los Juegos de París a golpe de raquetazos. El tenista que tiene una estatua en la entrada del recinto de Roland Garros, por sus 14 títulos en las pistas del Bois de Boulogne, volvió este domingo a su guarida, su arena, y lo hizo con victoria, como casi siempre. La última vez que había pisado la arcilla de la central Phlippe Chatrier había sido el pasado 27 de mayo, el día que cedió en la primera ronda del 'Grand Slam' galo ante Alexander Zverev.

Marton Fucsovics no es Zverev. El húngaro, el 83 de la ATP, sigue luchando por salir de una lesión en la muñeca que no le permite ganar un partido desde el challenger de Cagliari. Fucsovics, que nunca se había enfrentado al campeón de 22 grandes, ya sabe lo que es medirse a él en la tierra de la capital francesa y ha hincado la rodilla por 6-1, 4-6 y 6-4. Su leyenda allí se multiplica y también la efectividad y el efecto de sus tiros. La Chatrier, que se hace inmensa para el resto de mortales de la raqueta, es el patio donde se divierte Rafa un año tras otro.

El húngaro entregó el primer set sin apenas lucharlo. Empezó con un 3-0 en contra y logró evitar el rosco ante el vendaval de ganadores que le llegaba desde el otro lado de la red. Más batalla planteó Fucsovics en la segunda manga, también porque Nadal se mostraba más errático y más lento. Su versión recordada a la que enseñó la semana pasada en Bastad. Marton metía dentro de la pista las pelotas que antes tiraba fuera. Sumó su primer 'break' y le devolvió el 3-0 a su condecorado contrincante.

Nadal, con un balance de 11 partidos ganados y seis perdidos en el curso, estaba dispuesto a darle la vuelta al marcador. A sus 38 años, con un vendaje en su muslo derecho y con Djokovic en el horizonte, no quería un tercer set. La grada no disimulaba sus simpatías por el español ante un Fucsovics que era un bloque de hielo y mantenía la renta en el marcador. Dispuso de un 15-40 para el 5-1 y se le escapó. El tanteo se situó en 4-2. Marton sabía de las limitaciones físicas de su adversario y utilizaba, con acierto, el recurso de las dejadas. Rafa tenía problemas para fijar su vendaje producto del sudor de la batalla.

Al balear se le escapó una derecha en pleno subidón para remontar en el segundo parcial. Tuvo que bajar el juez de silla para corroborar el bote. Dio igual porque el rey de la tierra parece capaz de sobreponerse a cualquier adversidad en su hábitat natural. Del 5-2 se pasó al 5-4 y servicio para Nadal. Salvó dos pelotas de set, con un punto de saque y una derecha fuera de su oponente. Una dejada mal ejecutada firmó las tablas. El partido pasaba a ser tenístico, pero también físico. El interrogante era saber si a Rafa le daría para aguantar las embestidas de un Fucsovics que conectaba misiles.

A Nadal se le escapaban todas las pelotas de 'break' que se fabricaba: dos en el primer juego y otras dos en el tercero. Rafa había pasado de dominado a dominador. Por el camino, neutralizó una bola de 'break' para el 4-2. A la tercera pelota fue la vencida. Su leyenda prevalece a la espera de un reto mayúsculo llamado Djokovic. Información de Joan Solsona del diario deportivo MARCA y la imagen es de EFE.